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De cómo Don Arturo fue armado caballero cervantino

No había llegado aún a su primera década, cuando comienza a nacer en Xalambrí su pasión por El Quijote. Cada lunes su madre recibía por entregas los cuadernos de Seguí. Hacia 1897 se publicó El Quijote con ilustraciones de Pahissa. Llegar a las manos de Arturo y devorarlos fue cosa de un instante. Su imaginación de niño se ve colmada por las aventuras del hidalgo castellano y así comienzan a nacer sus primeros ideales: “Yo me he apasionado por Don Quijote porque le miro como símbolo del ideal cristiano: zamarreado por todos los galeotes que en el mundo han sido, mofado por todas las maritones, silbado o desconocido por todos los pretendidos caballeros que se andan por este mundo más del diablo que de Dios… pero que se sostiene siempre incólume en su ideal y nunca desfallece; antes bien, como un Anteo, cobra alientos y se rehace fortalecido con la contrariedad terrena, ese ha sido sostén de mis luchas personales y en el Apostolado del Buen Libro que es el ideal máximo al que propende mi vida”.

 

Fructificó vigorosa la pasión y el estudio por la obra de Cervantes en aquel adolescente que de tanto leer El Quijote, decidió salir un día en busca de las más diversas ediciones, y  desfacer entuertos a través de lo que dio en llamar con el sonoro y peregrino nombre de El Apostolado del Buen Libro.

 

Con menguados medios económicos y a gran distancia de los mercados mundiales del libro, fue formando con notable paciencia y sagacidad una respetabilísima biblioteca cervantina en la austral y lejana Montevideo. En sus anaqueles se podían apreciar más de quinientas ediciones de El Quijote. Entre ellas la edición de Velpius de Bruselas de 1611 –publicada en vida de Cervantes-, la de Amberes de 1738, la de la Real Academia Española de 1780, la de John Bowle de Londres de 1781 –primer comentador de El Quijote-, la de Clemencín de Madrid de 1833. Las ediciones ilustradas por Cpypel, Vanderbank, Carnicero, Ximeno, Estebanillo, Morags, Madrazzo, Johannot, Doré, Balaca, Pellecicer, Pahissa, Jiménez Aranda, Moreno Carbonero, Degrain, Sorolla, Mestres, Serizawa, Vázquez, Ribas, Mahn. Asimismo, hallamos las ediciones traducidas a más de treinta idiomas. No sólo El Quijote, sino toda la obra de Cervantes haya cabida en la colección de Xalambrí. Unos seiscientos volúmenes sobre biografías, crítica, con títulos tales que hacen apreciar la universalidad del Manco de Lepanto: “Cervantes teólogo”, “Cervantes marino”, “Cervantes en ciencias médicas”, “Cervantes viajero”, “Primores del Quijote en el concepto médico-psicológico”, “Tipología del Quijote”, “Cervantes y el Evangelio”, “Historia clínica de Cervantes”, “Animales y plantas en El Quijote”, “Filosofía del Derecho en el Quijote”, “Cervantes y el Derecho de Gentes”, “La criminología  del Quijote”, “Cervantes administrador militar”. Completan esta colección aproximadamente tres mil recortes de artículos y una nutridísima correspondencia que mantuvo don Arturo, a lo largo de su vida con destacados cervantistas y escritores. A lo que se le suman varias estatuas, cuadros, bustos, medallas, jarrones, bandejas, tinteros y diversos objetos con la temática cervantina.

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