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Don Arturo salió a montar la Primera Exposición Cervantina

En el año 1947 se celebró en todo el orbe el IV Centenario del nacimiento de Don Miguel de Cervantes Saavedra. Que mejor ocasión para que Don Arturo, con la generosidad que le era característica, organizara una exposición cervantina, abriendo a todos los interesados su valiosa colección. El solar escogido para la muestra fue la magnífica mansión que se ubicaba en las avenidas Bulevar Artigas y Rivera, obra del prestigioso arquitecto argentino Alejandro Christophersen, y que en un arrebato de barbarie fuera demolida en la década de 1990. Esta casa que fuera construida para residencia de la familia de don Ignacio de Urtubey y que más tarde fuera residencia presidencial durante el mandato de Baldomir y sede luego de la Legación de España, para ocuparla finalmente la Asociación de Estudiantes y Profesionales Católicas.

Cuatro salas estuvieron dedicadas a la exposición del material cervantino. En la primera, lucían las ediciones españolas y los volúmenes adaptados para niños. A continuación se entraba en la sala donde se hallaban las ediciones impresas fuera de España. La tercera sala estaba destinada a todos los objetos relacionados con Cervantes y su obra, arte artesanía, curiosidades. Finalmente, en la última pieza se exhibían las biografías sobre Cervantes, láminas y muebles historiados con la gesta quijotesca. Innumerable público de todas las edades visitó la exposición, destacándose de manera especial los miles de estudiantes que recorrieron la muestra en honor al Príncipe de los Ingenios Españoles.

El entonces Arzobispo de Montevideo, elevado luego a la púrpura cardenalicia, Mons. Antonio Ma. Barbieri, declaró inaugurada la muestra con elogiosas palabras hacia la exposición y a su mentor. En un pasaje de su alocución re refirió con estos conceptos a la obra del gran escritor: “ en la obra de Cervantes resplandecen, en un grado de suprema excelencia, el entendimiento, que raya en genio sublime y su vida, de tanta altura espiritual en sus constantes pruebas que sufrió con fortaleza cristiana. La lengua que nace y se desarrolla con la nacionalidad, si tiene en el Cid, las Partidas, los Místicos, sus escalones y ascensos, en Cervantes resume el caudal de los siglos anteriores, fija y ensancha su armonía en los grandes períodos del Quijote y asimismo precisa los perfiles de la lengua popular. Hablamos la lengua española, que es la lengua por antonomasia de Cervantes. En cuanto a lo espiritual, la vida de Cervantes en la Fe Católica le mueve a expresarla con grandeza en sus libros. Esto mismo es lo que, elaborado por su genialidad, eleva toda su obra literaria. Su magnánimo carácter informa la grandeza del Quijote”.

 

No podía quedar completa la muestra sin un gran acto cultural, que desbordó las instalaciones de la mansión. Así el 29 de octubre Lauro Ayestarán ofreció una conferencia con ilustraciones musicales, de los cuales deja constancia la siguiente crónica: “Sus conocimientos de seria erudición, de crítica maestra y de brillantez expositiva del Prof. Lauro Ayestarán, en la conferencia que concitó público ansioso de oírle en el espaciado salón. Previo un exordio descriptivo de la época cervantista en relación a la música, limita el vasto panorama musical quijotesco a las óperas capitales dejando de cada autor y obra la justa valoración expresada con toda amenidad. Resalta, pues, los nombre de Purcell (1695), el célebre músico inglés, primero en componer una ópera sobre D. Quijote. Y cabe anotar que Inglaterra se destaca por ser el país extranjero que primero publicó dicha obra, asimismo el primero en una hermosa edición española con suntuosidad y primero con una biografía de Cervantes y primero con comentarista. Y sigue juzgando a las óperas alemanas de Ditters, “Preciosa” de Weber, “las bodas de Camacho” de Mendelssohn, Strauss; del italiano Paisiello; de los franceses Massennet, Ravel, Ibert; de los españoles Esplá con “Don Quijote velando las armas” y Falla con su celebrado “Retablo del Maese Pedro”. Y también otros compositores de importancia. El bajo D. Eduardo García de Zúñiga matizó y acentuó la conferencia con varias canciones de Ravel, acompañado al piano con su magistral ejecución por el Prof. Héctor Tosar Errecart, mereciendo ambos los mejores aplausos”.

Su preocupación por la difusión del libro –el buen libro, acotaría Don Arturo-, lo llevó a fundar varias bibliotecas. La Catedral de Montevideo fue el primer lugar escogido para montar una de ellas, a la que le dio el nombre de “Mariano Soler”, en homenaje al sabio pastor. Durante varios años ejerció su dirección y llegó a contar con más de seis mil volúmenes. La biblioteca del Círculo Católico de Obreros también fue objeto de su dedicación y generosidad. Con un espíritu propio de cruzado, llegó hasta los seres más sufrientes y apartados de la sociedad, los leprosos. En el hospital Fermín Ferreira, donó dos bibliotecas, con libros y muebles, una para las mujeres y otra para los hombres. Cumplía a cabalidad con uno de sus lemas: “Los buenos libros son escalones del cielo. Quien los da sube y hace subir por ellos”.

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